DNI Salta.- El 8 de julio de 2011, María Cash desapareció mientras viajaba por el norte argentino. Trece años después, el principal acusado de su asesinato, Héctor Romero, se encuentra detenido, pero bajo el régimen de prisión domiciliaria, una situación que la familia de la joven considera inadmisible e injusta.
“A 11 años de la muerte de Federico Cash todavía estamos esperando justicia. A 13 años del asesinato de María, tenemos que ver cómo su asesino goza de arresto domiciliario por una supuesta enfermedad y favores políticos, en lugar de estar en una cárcel común”, expresó indignado Máximo Cash, hermano de la víctima.
Desde el inicio del caso, la familia enfrentó no solo la desaparición de María, sino también un sinuoso recorrido judicial. La causa pasó de la justicia provincial al fuero federal y fue tratada inicialmente como un caso de trata de personas. Más de 400 avistamientos falsos desviaron la investigación, pero todas las pruebas siempre apuntaron a General Güemes, donde María fue vista por última vez y donde se centró la acusación contra Romero, un camionero que habría intentado abusar de ella, para luego asesinarla tras su resistencia.
El 26 de noviembre de 2024, la Fiscalía Federal pidió su detención por homicidio agravado por alevosía. Una semana después, Romero fue beneficiado con arresto domiciliario por problemas de salud y edad avanzada. Para la familia, ese beneficio representa una forma de impunidad institucionalizada. “Está en su casa, mintió siempre y encima lo protegen políticamente”, sostuvo Máximo.
Los Cash aseguran que todas las pruebas apuntan a Romero: desde testimonios, escuchas telefónicas, hasta las inconsistencias en sus declaraciones. Mencionan como prueba clave una conversación intervenida en la que su jefe, Miguel Segura, reconoció que Romero había cometido “una cagada”.
Además, denuncian una red de encubrimiento integrada por falsos testigos y respaldada por sectores políticos de General Güemes, que desviaron la investigación durante años. Entre ellos mencionan a los abogados Cuellar, que declararon haber visto a María en un lugar en el que nunca estuvieron.
También cuestionan la fragilidad del relato de Romero, repleto de contradicciones: cambia lugares y horarios, recuerda detalles inverosímiles, su trayecto presenta lagunas de tiempo inexplicables y su celular muestra movimientos sospechosos.
La familia no descarta que haya habido un segundo implicado, basado en las escuchas y en las irregularidades detectadas. Para ellos, el entorno de Romero también está comprometido en el ocultamiento de lo ocurrido.
Mientras el cuerpo de María Cash sigue sin aparecer y su padre, Federico, murió buscándola en 2014, la familia continúa reclamando justicia. “Romero no es un enfermo. Es un asesino encubierto. Nosotros vivimos una pesadilla, mientras él duerme en su cama”, sentenció Máximo.